Antonio Roldán

Obra inédita

Cantares y coplas

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Nota: Con el fin de ofrecer completo el tema de Semana Santa,
 se incluyen cantares y saetas ya publicados

 

La saeta no es la copla
que acompaña la guitarra.
La saeta sólo es pena,
es dolor que el alma llena
y en el aire se desgarra.

Soledad, la más bonita,
eres la flor de la pena,
cuando paseas solita,
con esa cara marchita,
por las calles de Lucena.

Una saeta cantaba
cuado Dios le dijo vente
y se fue sin terminarla.

Manijero, manijero,
que derramas tu sudor:
No camines tan ligero
que llevas muerto al Cordero
que murió por nuestro amor.

Aquel Cordero Divino
llevan a su sepultura
y pensando en su amargura
llora el pueblo lucentino.

Llorad, cristianos, llorad
que Cristo murió en la Cruz
y en un sepulcro de luz
ya lo llevan a enterrar.

No abuses de tu poder
santero, que va sin vida,
y puede ser que en su herida
vuelva la sangre a correr.

Levántate, lucentino,
que ya va andando Jesús,
y ante su Cuerpo rendido,
no debes estar dormido
mientras El lleva la Cruz.

Señalando con el dedo
vienes siguiendo a Jesús,
y tu serás, con María,
el que estarás en ese día
al mismo pie de la Cruz.

Soledad, ¡ay, Soledad!,
lo mismo que llora el cirio
que viene empapando el suelo,
así lloras sin consuelo
apurando tu martirio.

De un jardín de Andalucía
he recogido una flor
para dársela al Señor
cuando pase en su agonía
por la calle del dolor.

Sola va la Soledad
con su pena y con su llanto,
y cuando la ve Lucena,
quiere quitarle la pena
con su piropo y su canto.

Cirios que alumbran la noche,
tintineo de cristal,
y mujeres lucentinas
que lloran por las esquinas
viendo a los Cristos pasar.

Cubriéndote con la pena
lloras llena de ansiedad,
y en esta noche serena
llora contigo Lucena,
Virgen de la Soledad.

Vas llorando, Dolorosa,
tras la sombra de la cruz,
y lloras, cual mariposa
que fue buscando una rosa
y le quitaron la luz.

A la sombra de un olivo
está llorando Jesús
y en el limpio azul del cielo
un pajarillo, en su vuelo,
está bordando una cruz.

Ya resuenan los tambores,
ya viene la Cruz de guía.
Y de lejos se veía
la Virgen de los Dolores
con su pena y su agonía.

Campanitas, Madre mía,
Campanitas de metal.
Si yo pudiera te haría
para brindarte alegría
campanitas de cristal.

Bien se ve que vas sufriendo,
Madre del Mayor Dolor.
Por eso llora Lucena
viendo a su más linda flor
marchitarse por la pena.

Aquí traigo, Madre mía,
un ramillete de flores.
Si pudiera te traería,
un rayito de alegría
para aliviar tus dolores.

No te pares golondrina
sobre la Cruz del Dolor.
Ya no quedan más espinas
en la frente del Señor.

Ya no puedes, manijero,
déjame en cualquier esquina.
Yo llevaré, porque puedo,
hasta la Gloria divina
a la Virgen que más quiero.

Lamparita del Sagrario
que ante Dios estás ardiendo:
Quisiera ser óleo fino
y alumbrar al Dios Divino
hasta irme consumiendo.

El sol se quedó sin luz,
cuando, por amor al hombre,
un Cristo murió en la cruz.

¡Ay tarde de Jueves Santo!
Tarde que arrastra el dolor;
Llama tú a las golondrinas
para que arranquen espinas
de la frente del Señor.

Moraíta como un cirio
lleva la cara Jesús,
y sus pies van vacilando
por el peso de la cruz.


 

 

A la Santa Fe

Eres la Fe que caminas
junto al árbol de la Cruz.
Llevas la sombra en tus ojos,
pero vas viendo la luz

Blanco como la pureza
lleva el vestido la Fe.
Va con los ojos cubiertos,
pero sin embargo ve.

A las Angustias

Angustias, tú vas llorando,
y es tan grande tu pesar,
que hasta las piedras más duras
lloran de verte llorar.

A la sombra de la Cruz
lloras, Madre, tu dolor.
Tu pena es llevarlo muerto
siendo tu más grande amor.

Cada gota de tu sangre
es una rosa que brota.
Para tener un rosal
dame Señor una gota
de tu sangre celestial.

Santero que al hombro llevas
esa joya lucentina:
Trátala con mucho amor
porque es joya de valor
siendo una perla tan fina.

Aquí traigo, Madre mía,
un ramillete de flores.
Si pudiera, te traería
un rayito de alegría
para aliviar tus dolores.

No le cantes la saeta
al Cristo que llevan muerto,
que por esa misma calle
lo va siguiendo su Madre
llorando con desconsuelo.

El pueblo queda suspenso,
cantar ya no canta nadie.
Va pasando por la calle
aquel Cristo del Silencio.

No me llores, Soledad,
que ya sólo con mirarte
me estás haciendo llorar.

Al lavatorio

Cristiano, mira y aprende
en la humildad del Señor,
que para darnos ejemplo
se inclina ante un pecador.

San Pedro, nunca pensaras
ni lo podrías creer,
que siendo Jesús quien era
se arrodillase a tus pies.

A la Soledad

Divina rosa que lloras
por las calles de Lucena:
Deja que llore contigo,
porque tu pena es mi pena
y es tu pena mi castigo.

Cuando la Virgen pasó
yo vi llorar a un poeta
y una voz lejos se oyó
que cantaba la saeta
que aquel poeta escribió.

Se fue perdiendo la luz
en la plenitud del día.
porque Cristo se moría
clavado sobre la cruz.

No te pares, golondrina,
sobre la cruz del dolor.
Ya no quedan más espinas
en la frente del Señor.

Después del amanecer,
dame tu Cruz, buen Jesús,
que en lugar de padecer
será para mí un placer
cargar con tu propia Cruz.

La Cruz te hizo caer
por su gran peso, Señor,
y aquella buena mujer,
llegó a secarte el sudor
cuando te vio padecer.

Toma, Soledad,
que te traigo flores,
para que no sufras,
para que no llores.

 

A la Virgen de las Campanitas

¡Virgen blanca del Dolor!
Dolorosa que caminas
por un sendero de espinas
tras el Cristo del Amor

Las pequeñas campanitas
me parecen al sonar
como lágrimas cayendo
sobre un suelo de cristal.
Son tus lágrimas, Señora,
que no cesan de bajar
por tu carita divina
flor y nieve, dulce paz.

Cuando Soledad salía
una lluvia de saetas
que escribieron los poetas
sobre la plaza caía.

Virgen de la Soledad:
yo también quiero cantarte
y al no poderte cantar
solo me queda rimar
para poder consolarte.

Soledad va por las calles
como una paloma inquieta.
¿Qué buscas tú, Soledad,
por las calles de Lucena?
¿Qué pena aflige tu cara?
¿Qué pena, dime, qué pena?

Como el cielo sin estrellas
la tarde quedó sin luz,
y es que Cristo se moría,
después de tanta agonía
clavado sobre la cruz.

Campanitas que vais
bajo del palio,
donde llora una Virgen
con llanto amargo.
Si se pudiera,
campanitas de plata
yo le pusiera.

Vas llorando Dolorosa,
divina flor celestial,
del jardín la más hermosa,
igual que llora el rosal
cuando le quitan la rosa.

Señor que vas agobiado
con el peso del madero,
Tú que riegas con tu sangre
y con sudores el suelo,
Tú que ahora pasas vivo
para luego volver muerto,
mírame Señor si pasas,
que en el camino te espero.

Muerto vas, lirio morado.
Muerto vas, mi buen Jesús
Muerto vas y has perdonado
a los que muerte te han dado
en esa espantosa Cruz.